En el 2004, cuando se estrenó por primera vez “Chicas malas”, Tina Fey se coló entre el público de una sala de cine para tener una idea de cómo reaccionaba la gente. Vio a la multitud apreciarlo con tanta intensidad que llenó su corazón. Sabía que había creado un clásico. Lo que no sabía era que pronto se convertiría en una película de culto.
La ganadora del premio Emmy, Tina Fey, quería hacer una película que pusiera a las mujeres en igualdad con los hombres. No quería menospreciar a las chicas ni hacer bromas a costa de ellas. La mayoría de las películas de la época utilizaron esta representación para ganar popularidad. Tina corría el riesgo de intentar alterar una fuerte tradición de comedia.
Sus esfuerzos valieron la pena y su único guión recibió una actuación estelar de Lindsay Lohan, Rachel McAdams y Amanda Seyfried, la icónica película de la escuela secundaria se convirtió en un barómetro para el género en el futuro.
Lo que hace que “Chicas Malas” sea aún más memorable es su adaptación a un musical. La mayoría de las adaptaciones musicales de las películas vuelven a contar la misma trama con el uso de canciones y bailes. Fey no quería simplemente duplicar su película en el escenario, por lo que escribió un nuevo guión, especialmente para el escenario. Lo llenó de sorpresas más adecuadas para el escenario. El espectáculo se estrenó en Broadway en el 2018 y obtuvo 12 nominaciones al Tony. Al igual que su contraparte cinematográfica, el programa también obtuvo una base de fans masiva entre los adultos jóvenes.
La adaptación teatral de la película permitió que varios personajes mostraran un crecimiento emocional más complejo. Esto hizo que la adaptación le gustara mucho al público joven. Fey dice: “Las niñas de esa edad tienen grandes sentimientos, y estas son definitivamente grandes emociones. Entonces tienen sentido en el escenario”. No es de extrañar que buscara dar a los personajes su propio espacio en la adaptación teatral.
Siendo ella misma fanática de los clásicos de la escuela secundaria como Breakfast Club, Sixteen Candles y Pretty in Pink, Fey buscó inspiración en un trabajo que ya estaba hecho para dar forma y carácter a sus Chicas Malas tanto para la pantalla como para el escenario.
También usó su propio pasado como modelo para su trama. Todo el mundo tiene malos comportamientos y Fey admite que aprovechó el suyo para mostrarlo de manera realista en su historia. En varias entrevistas, ella revela que también tenía un lado malo cuando era niña. Sin embargo, crecer hace que uno se dé cuenta de qué es lo correcto, y el empoderamiento no siempre es así.
Aquellos que trabajaron con Tina Fey, como Benjamin, el letrista del espectáculo teatral, admiran a Fey por su profesionalismo. Como él dice, Fey sabía cómo estar en desacuerdo respetuosamente y era una gran persona trabajando en las colaboraciones.
En cuanto a Fey, cree que intenta practicar lo que intentó mostrar a las jóvenes en su película, y luego en la adaptación escénica de la misma. Llamar a otro “estúpido” no empodera a las niñas. Mirar a los demás por encima del hombro es inútil y, en última instancia, tóxico para uno mismo.
Fey creó en
“Chicas Malas una película de culto y vive de ella.